“Un profesional íntegro es aquel que se adapta a las necesidades emergentes de una sociedad necesitada”
Creado por: Lola Ferrin
Stefhanía Libreros trabaja como profesional en el Plan Jarillón de Cali, un proyecto que busca mejorar la calidad de vida de la ciudad a través de la mitigación del riesgo de una posible inundación por ruptura del dique. Según explica, se trata de beneficiar a las personas que durante mucho tiempo vivieron en las zonas cercanas al Jarillón del Cauca, Lagunas del Pondaje y Charco azul.
Con su grupo de trabajo, esta politóloga javeriana de 26 años y estudiante de primer semestre de la Especialización en Gerencia Social, entrega mercados o bonos alimenticios a los pobladores de dichas zonas, y a los que ya fueron reubicados en una vivienda de interés prioritario (VIP).
Con el mismo empeño, y pese a las jornadas extenunantes, estos profesionales ayudan en la limpieza de zonas de alto contagio en la ciudad. Esto, para mitigar el riesgo de propagación de la actual emergencia sanitaria.
Confiesa que no ha sido fácil ser testigo de la realidad de las familias más vulnerables, esas mismas que no tienen recursos para alimentar a sus hijos porque vivían del diario, y con la cuarentena se han quedado sin empleo.
Tampoco ha sido sencillo adaptarse al nuevo contexto en el que ella y sus compañeros salen a cumplir con su misión humanitaria, y lo hacen sabiendo que corren riesgo de contagio en las calles y que, además, exponen a los suyos. Pero lo hacen siguiendo los protocolos, y lo hacen porque saben que su labor es necesaria, y que de ella depende parte del bienestar de esas personas en situación de vulnerabilidad.
Pero en medio de todo, la belleza sale a relucir incluso en los momentos más difíciles. Stefhanía asegura que también ha visto cosas muy bonitas, como la gratitud de las personas que incluso derraman algunas lágrimas al darse cuenta de que podrán comer dignamente de nuevo. Eso, afirma la joven, “ha llenado mi corazón de esperanza”.
Quizá por eso es que atesora las enseñanzas que le ha dado la vida en estos meses de emergencia sanitaria. Por ejemplo, está convencida de que todo profesional, independiente del cargo que tenga, el rol que cumpla o el salario que reciba, “debe estar dispuesto al servicio humilde hacia los demás”.
Recuerda también que cuando estaba barriendo algunos de los barrios que pertenecen a las zonas de alto contagio logró entender que “necesité mi carrera como politóloga ni la especialización como gerente social para cuidar del otro. Necesito humildad para saber que no soy más que nadie por la cantidad de cartones que tengo en mi pared, ni medallas que cargue mi pecho. Un profesional íntegro es aquel que se adapta a las necesidades emergentes de una sociedad necesitada para un bien común”.
En entrevista nos contó cómo está viviendo la cuarentena, cómo le va con las clases remotas y cuál es el valor esencial con el que mantiene en pie.
¿Cómo te has adaptado a la nueva vida que supone estar en cuarentena?
En diciembre había tomado la decisión de que el 2020 sería el año de los viajes, nuevos proyectos profesionales, cambios personales. ¡Era mi año! Probablemente lo había categorizado como el más divertido, libre y aventurero de todos. Como se dice “iba con toda”. De repente, en una semana aparecen nuevas palabras y expresiones como “COVID-19”, “cuarentena obligatoria”, “tapabocas”, “primer muerto”, “zonas amarillas, naranjas, rojas”; “pico y cédula”, “Estado de emergencia”, “señorita, tome distancia por favor”, “debe lavarse las manos así…”, “si va a estornudar, hágalo de esta forma”. No sabes de quién te defiendes. ¿Tiene ojos? ¿Muerde?, ¿Cuál es su letalidad? ¿Hasta mi familia puede hacerme daño y viceversa? ¿Soy víctima, pero a la vez victimaria? Los días van pasando y ya hoy te ves con tapabocas, guantes, bañándote a cada tanto y lavando las manos, rociando con alcohol cuanta cosa se expone cuando sales. Me fui adaptando a medida que fueron pasando los días, respirando profundo y diciéndome a cada tanto: “vamos a estar bien. Todo está bien, Stefhania. Sigue soñando”.
¿Cuál es la mejor manera de afrontar esta situación?
Cada persona tiene una forma de vivir. Para muchos los cambios no serán tan radicales que hasta darán más tranquilidad y permitirán construir mejores formas de vivir. Sin embargo, existen personas que su hogar es una amenaza y su refugio era el trabajo, colegio o la universidad. Los casos de violencia intrafamiliar en Colombia aumentaron, además de aquellas patologías cognitivas que deja como consecuencia, estar en cuarentena. Creo que la mejor forma de afrontarla es buscar apoyo y apoyar. Comunicar lo que sentimos, aquello que no podemos cargar; dejar el orgullo o temor de ser escuchados y alzar nuestra voz para ser alcanzados y acompañados. Hay días en los que he sentido ganas de salir a correr, donde la presión es como una gota desgastante que retumba en mi mente. Es en esos momentos en los que hablo con mi familia, amigos o compañeros de trabajo, dependiendo de lo que esté enfrentando.
Asímismo, estar atentos a los nuestros. No sabemos a quién estamos salvando con un mensaje, llamada, detalle por domicilio o con evitar una discusión y mejor callar. Todos estamos pasando por lo mismo, si lo queremos ver así: todos hemos sido víctimas y es aquí donde entonces, todos somos super héroes y heroínas. Nos necesitamos. Yo al menos, he necesitado de la universidad a través de la especialización para afrontar esta situación.
¿Qué es lo que más te ha gustado de la experiencia de estar en casa y hacerlo todo desde ahí?
Creo que lo que más me ha gustado es que puedo hacer de todo y aprovecho más el tiempo. Es decir, puedo cambiar de actividad fácilmente. Mi casa se convirtió en mi espacio de trabajo, gimnasio; el lugar para orar y meditar; mi salón de clases y estudio. El mejor restaurante y hasta el espacio donde más me divierto. He creado nuevos espacios y a la vez, he logrado disfrutar más de los que ya estaban dentro de mi hogar. Mi casa es prácticamente mi mundo más seguro ahora.
¿Cuál es el aprendizaje que destacas?
10 años atrás Stefhania se encargó de cumplir con el orden “coherente” de la vida de un ser humano profesional. A mis 15 años entré a estudiar Ciencia política en la Javeriana Cali y, al tiempo en mi carrera, servía a Dios a través de actividades que ocupaban todo mi tiempo después de clases. A los 20 años, comencé mi vida laboral: tres campañas políticas que fueron construyendo una agenda que terminaba siempre en “estoy ocupada no puedo ir a tu cumpleaños”, “discúlpame, no alcanzo a llegar”, “hoy no podré ir al gimnasio”, “es que no tengo tiempo”. Entre las idas y venidas de esta “agenda agitada” mi vida se convirtió en no tener tiempo para mi familia, las personas más importantes de mi vida. Tal vez, hasta el punto de ya no saber quiénes eran, qué pensaban, cuáles eran sus luchas o por qué se alegraban. No me di cuenta cuándo a mis papas ya les salieron más arruguitas, canas y que su fuerza física ya no era la misma. Cómo fue que mi hermana luchó con tantas cosas y tal vez, no estuve de forma completa acompañándola. Pienso en eso y me dan ganas de llorar.
Ahora los veo cada minuto. Cuando pasan a la cocina o al cuarto. Veo sus rostros y escuchar sus conversaciones que me permiten saber qué sienten, cómo va su día y compartir sus gustos.
He aprendido que por sobre todas las cosas, lo más importante no estará en convertirte en un profesional afanado por reconocimientos o pretensiones de poder. Eres primero hija, hermana, padre o madre, que finalmente es la profesión del amar, del ser humano. El mundo y su dinámica poco a poco nos traerán a lo más sencillo y simple de vivir. El dinero, las adquisiciones materiales y la avaricia nunca han debido ser lo esencial. Como lo escribí en estos días en mi perfil de Instagram: “paradójico sentirse menos y finalmente, ser todo lo necesario, suficiente y primordial.” Lo importante está en tu interior.
¿Y qué te ha parecido lo más difícil de todo esto?
El 30 de marzo, por mi trabajo, debí salir a las 3:00 a.m para realizar unas entregas humanitarias. Ya habían pasado aproximadamente 20 días para mí de estar en cuarentena. Ver todo oscuro, ni un carro, la soledad de las calles. Saludar a mis compañeros con el codo y ver únicamente sus ojos… fue extraño, triste, difícil. Soy una persona bastante emotiva y disfruto del compartir con el otro, del ayudar y darme en generosidad, pero ahora, debía limitarme en todo sentido para cuidarlos y cuidarme.
Ese día entregamos mercados a algunos beneficiarios que viven cerca al Jarillón del Cauca. Me parecía mentira estar viviendo ese día, parecía parte de una película. Las condiciones en las que viven son muy precarias y muchos viven del reciclaje o trabajos informales. Dependen finalmente de las actividades cotidianas más sencillas de otras personas, y ver a muchos frustrados, maniatados y preocupados porqué iban a comer, fue difícil. Ninguno de nosotros merece esto, la vida es demasiado hermosa para estar así. Me sentí pequeña por no hacer más… Ese día creo que logré dimensionar más profundamente las grandes consecuencias que trae consigo esta situación.
¿Cuál ha sido ese valor esencial que se ha convertido en tu ancla para superar las adversidades en medio de la crisis?
Creo que sería la comprensión. Tiendo a querer todo ya y olvidarme de la importancia de entender el contexto que estamos viviendo. Solo así, comprendiendo lo que puedo hacer y lo que no está en mis posibilidades, puedo liberar la presión que a veces yo misma genero.
¿Qué mensaje les enviarías a las personas también están viviendo esta situación?
Como dice una canción“tengo la fe de que hay vida después de la muerte”. No sé cuánto han perdido los que leerán esta nota, mucho menos cuánto han ganado, pero estoy segura de que cada obstáculo afrontado tiene una razón, un gran aprendizaje, un futuro próspero y esperanzador. Para tener vida a veces debemos afrontar la oscuridad, lo que nos cuesta y duele perder. La vida es un proceso de transformación y sanación. Esto pasará, pero cada uno de nosotros ahora tenemos una gran responsabilidad. Hemo sido sobrevivientes y lo mínimo que debemos hacer es estar agradecidos. Agradecimiento traducido en el cuidado por el otro, en el amor y respeto. No podemos continuar viviendo sin pretender respaldarnos entre todos ni entendiendo el mundo como una burbuja en la que todos somos mundos individuales.
Ahora estás recibiendo asistiendo a clases remotnas, ¿cómo te ha ido con ellas? ¿Habías tenido experiencia con la educación virtual?
La verdad me ha parecido divertido, pero a la vez, extraño la presencialidad. No había visto clases virtuales de esta manera.
¿Qué te gusta y qué no tanto del cambio metodológico de las clases?
Más allá de gustarme porque en sí, prefiero la presencialidad, lo que me ha sorprendido es la forma en cómo la universidad ha afrontado la situación. Con esta es la tercera entrevista que tengo sobre cómo ha sido mi experiencia y eso me da a entender la preocupación y el gran esfuerzo que ha realizado la universidad para brindar educación de calidad. Desde la planta administrativa hasta los profesores han dado lo mejor de ellos para no bajar la guardia y continuar siendo “los mejores para el mundo”.
Me ha disgustado no vivir los espacios que ofrece la universidad. Siempre la elegí porque es muy completa y se están renovando. Tenía muchas intenciones de volver a ella después de cuatro años con la intención de disfrutarla en todos los sentidos, pero bueno… espero poder hacerlo el próximo semestre.
¿En qué crees que podría mejorar la Javeriana Cali en este contexto?
Habrá muchos cambios, pero algo que podrían ofrecer es la oportunidad de tener espacios virtuales donde entre compañeros nos podamos reunir a estudiar. Es decir, en la presencialidad podíamos tener la reserva de un salón para estudiar entonces sería bueno, no sé si ya esté y no lo conozca, que tengamos la posibilidad de lograr desde la misma plataforma de las clases virtuales, tener encuentros programados entre compañeros para estudiar o hacer los trabajos que debemos hacer, porque en Zoom o Skype no hay tantas herramientas pensadas en un espacio educativo como lo tiene Blackboard Collaborate.
¿Qué será lo primero que harás cuando termine la cuarentena?
Caminar por el Boulevard con un helado de mora, mientras el viento de las 5:00 pm no me deja caminar (risas). Eso hacía los primeros meses de este año después de trabajar y era el momento para agradecer y pensar lo que había sucedido en el día.
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